La sudafricana Kirsten Neuschäfer gana la Golden Globe Race y se convierte en la primera mujer en ganar una vuelta al mundo en solitario

Con su brillante victoria en la Golden Globe Race, la sudafricana Kirsten Neuschäfer ha entrado con letras de oro en la historia de la vela oceánica. Navegante profesional, endurecida en transportes de barcos y navegaciones en torno a la Antártida trabajando con el mítico Skip Novak en sus Expediciones Pelágicas y con equipos de filmación de National Geographic, nadie contaba con ella para ganar en la regata de la vuelta al mundo en solitario, sin escalas y sin tecnología, con barcos de entre 32 y 36 pies, de quilla larga y diseñados antes de 1988. Y sin embargo, desde antes de la salida siempre había dicho que su objetivo era acabar primera.

Tras casi ocho meses de regata (235 días, 5 horas, 44 minutos y 5 segundos antes de contar su bonificación de 35 horas por el rescate de Tapio Lehtinen en el océano Índico), esta sudafricana de 40 años se impuso al indio Abilash Tomy, que acabó segundo, tan solo 33 horas más tarde.

Hace unos meses, Neuschäfer ya sorprendió por su impecable rescate de Tapio Lehtinen en el océano Índico. Después confirmó estas buenas impresiones con sus grandes singladuras en el océano Austral y su determinación, que la llevó a echarse al agua varias veces para limpiar el casco de los caracolillos que la frenaban. Pasó primera por el cabo de Hornos —fue la primera mujer en doblar este mítico cabo liderando una vuelta al mundo—, pero su remontada del Atlántico no fue tan brillante. De hecho, cedió la cabeza de la flota a Tomy, que optó por una ruta más al oeste para superar las calmas ecuatoriales, mientras la sudafricana se quedaba frenada varios días más al este ante la ausencia de viento.

La regata se decidió en la última semana, cuando Neuschäfer aceleró con vientos portantes entre las latitudes de Canarias y Gibraltar. Ninguno de los dos, sin embargo, conocía la posición de su rival, por lo que ignoraban quién iba en cabeza. De hecho, la sudafricana no se enteró de que era líder hasta que estuvo a siete millas de la línea de llegada.

El barco y la preparación

Al llegar a Les Sables d’Olonne, poco después de enterarse de que era la vencedora, la sudafricana irradiaba felicidad ante el recibimiento de la muchedumbre: “Es increíble, es mucho después de todos esos meses en solitario. Estoy muy emocionada y me siento muy honrada de que haya tanta gente aquí; no creo que pueda vivir nada semejante otra vez en mi vida”.

Estas son algunas de sus explicaciones a su llegada a Les Sables d’Olonne:

“Mi barco era mi compañero. Le he hablado mucho, incluso me he enfadado con él, pero lo quiero mucho. Es un barco rápido, elegante, en el que he trabajado mucho durante un año. Tenía la voluntad de ganar desde mi inscripción en la regata y he hecho todos mis preparativos para ello. Sencillamente quería ganar, pero no como mujer; no quería estar en una categoría separada, sino en igualdad con todos los demás.”

“El 80% de la regata se juega en la preparación antes de la salida. Estar en la salida de una regata de vuelta al mundo es la parte más difícil. Es esencial hacer esta preparación uno mismo tanto como sea posible. Saber exactamente dónde está todo, cómo repararlo, montarlo, desmontarlo… Incluso me preguntaron por qué había decidido llevar mi barco navegando desde Sudáfrica a Les Sables d’Olonne para la salida… Para mí era una ocasión única para conocer mejor mi barco, aprender cómo hacerlo andar, cómo se comportaba, ¡ver también cómo podía mejorarlo!”

“Cuando todo va bien, cuando no hay temporal ni averías que reparar, el día empieza con un café, si aún queda. Después hay que prepararse mentalmente para la navegación, intentando situarse para ver dónde se estará al cabo de unas horas. Esto obliga a mirar lo que pasa alrededor. También hay que hacer la vuelta del barco, verificarlo todo. Reglar las velas para ganar un poco de velocidad. E intentas dormir un poco, porque no sabes lo que te espera la próxima noche. E intentas tener un poco de tiempo para leer, mirar el mar, sentir el viento.”

“Cuando recibí el mensaje de que Tapio había naufragado, mi único objetivo era llegar lo antes posible, ya fuera a vela o a motor. Me pareció alucinante lo difícil que es encontrar una balsa salvavidas con mar formada. ¡No veía nada! Tenía un cabo preparado para lanzarlo a Tapio, que lo agarró y lo icé a él a bordo. ¡Entonces pudimos respirar!”

“Optimismo quizás inconsciente”

“Nunca he tenido miedo de verdad o pensado que mi vida estaba en peligro. Voy por la vida con un optimismo quizás inconsciente. No ha habido ningún momento en que mi vida haya estado en peligro.”

“He tenido momentos de desánimo, pero siempre he sabido por qué corría esta regata. Los peores momentos han sido los momentos de calma, cuando no había nada que hacer. Lo peor han sido las calmas ecuatoriales. Cuando estaba demasiado frustrada, me echaba al agua y me alejaba del barco.”

“No he pensado mucho en el futuro a largo plazo, sino en lo que me gustaría hacer en un futuro próximo. Y lo que tengo ganas de hacer es irme algunos meses a hacer senderismo con mi perro.”

Esta aventurera —con 20 años, cruzó toda África de norte a sur en bicicleta— ha destacado por su optimismo y su alegría por estar en el mar, por navegar, y hacerlo sin GPS, pendiente de descubrir las señales de la naturaleza que le indicaban cómo evolucionarían el viento y las olas. En estos casi ocho meses, solo ha consumido 30 litros de gasoil, incluidos los que gastó para llegar cuanto antes al rescate de Lehtinen.

 

Tres días sin víveres

El segundo clasificado de esta Golden Globe Race, el indio Abilash Tomy, ha destacado también por su perseverancia. Quería superar su frustración de hace cuatro años, cuando una gravísima lesión le impidió terminar la vuelta al mundo: su barco volcó en el océano Índico y él quedó prostrado en el interior del barco con la espalda rota y sin poder mover las piernas. Fue rescatado al cabo de tres días.

En esta edición, sufrió numerosas averías e hizo alarde de una gran capacidad de resolver problemas. Usó una puerta de su barco para reparar el piloto automático y pudo también reponer una burda rota sin perder su mástil. Probablemente, fue el participante que encontró los peores temporales; en uno de ellos permaneció 12 horas seguidas llevando la caña.

Al final se quedó sin víveres y, según confesó a su llegada, sobrevivió los últimos tres días a base de té. Pero nada le frenó hasta acabar segundo y ser el primer indio que acaba una vuelta al mundo en solitario y sin escalas.

El austriaco Michael Guggenberger completó el podio dos semanas más tarde.

 

Dos náufragos y 13 retirados

La dureza de la Golden Globe Race ha quedado probada una vez más: de los 16 participantes, solo tres han conseguido terminar la vuelta al mundo sin escalas; otro la ha completado con una parada y en el momento de cerrar esta edición, un quinto sigue navegando rumbo a Les Sables d’Olonne tras tocar tierra en una ocasión.

Ha habido dos operaciones de rescate: el finlandés Tapio Lehtinen fue rescatado primero por Neuschäfer y más tarde por un mercante después de que su barco se hundiera en pocos minutos en el océano Índico. Ya de vuelta en el Atlántico, el británico Ian Herbert-Jones fue rescatado por un pesquero taiwanés después de que su barco volcara y perdiera el mástil en un temporal con rachas de hasta 90 nudos.

El elemento más averiado ha sido el piloto de viento. Ya en Sudáfrica fueron varios los participantes que echaron la toalla ante la imposibilidad de repararlo, entre ellos uno de los grandes favoritos, el francés Damien Guillou.

Simon Curwen, el mejor

Simon Curwen, de 62 años, fue el primero en acabar esta vuelta al mundo vintage en solitario sin escalas y sin electrónica. Sin embargo, la victoria de la Golden Globe Race no fue para él. No fue suficiente que liderara la flota durante cinco meses, tras colocarse en cabeza a la altura del cabo de Finisterre, y que después doblara de nuevo a quienes le habían adelantado por una avería: cuando estaba a unas 1.200 millas del cabo de Hornos, una ola partió su piloto de viento y se vio obligado a dirigirse a Puerto Montt (Chile) para conseguir la pieza que no podía reparar.

Las 1.200 millas de ventaja que tenía sobre Kirsten Neuschäfer, entonces segunda, se convirtieron en 10 días de retraso a su paso por Hornos, que dobló junto con el austriaco Michael Guggenberger.

Ya fuera de competición —al efectuar una parada, pasó a la denominada clase Chichester de la GGR, reservada a quienes completan la vuelta al mundo pero realizan una escala, como hizo Francis Chichester en los años 60 del siglo pasado— siguió haciendo gala de una navegación sublime, con una trayectoria coherente que le llevó primero a dejar atrás al austriaco, sobrepasar después a Abilash Tomy y finalmente a llegar a Les Sables d’Olonne unas horas antes que Neuschäfer.

El veterano británico, afincado en Francia desde hace tiempo, preparó a conciencia su circunnavegación. Tras completar las 2.000 millas de cualificación, reformó a fondo el Biscay 36 que había comprado: entre otras cosas, convirtió el pozo de anclas en una crash box, reforzó varengas y cadenotes, cambió mástil y jarcia, instaló una trinqueta y selló todos los cofres de la bañera.

Antes de zarpar era uno de los dos grandes favoritos, junto con el francés Damien Guillou. En su largo currículum como regatista destaca, además de esta magnífica vuelta al mundo en solitario, su segundo puesto en la Mini-Transat de 2001, detrás de Kevin Bestaven, el vencedor de la Vendée Globe 2020.

Para Curwen, la GGR “es físicamente muy dura, pese a que no he tenido nunca un mal tiempo extremo, excepto una ola.” Quizás lo peor es “el agotador balanceo en este tipo de barcos, porque no te permite relajarte en ningún momento”.

Lo más terrorífico no fueron los temporales del océano Austral, sino “pasar Finisterre con niebla; tenía al menos 20 barcos que se echaban encima a toda velocidad y no podías verlos”.

Fuente: Nautica y Yates

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